Este comportamiento se explica por una combinación de factores externos e internos.
A nivel global, la debilidad del dólar, medida por el índice DXY, ha sido un motor clave.
Datos de empleo en Estados Unidos más débiles de lo esperado reforzaron las expectativas de que la Reserva Federal (Fed) inicie un ciclo de recortes de tasas de interés, con una probabilidad superior al 95% para su reunión de septiembre. Esta perspectiva ha debilitado al billete verde frente a las monedas de mercados emergentes.
En el plano local, la política monetaria del Banco de la República, que mantiene una tasa de interés elevada en 9,25%, sigue atrayendo capital extranjero a través del ‘carry trade’. Adicionalmente, la percepción de un menor riesgo político y fiscal, junto con la posible monetización de recursos del exterior por parte del Gobierno, ha incrementado la demanda por pesos. Analistas como los de Davivienda Corredores y ATFX Latam proyectan que el peso podría continuar apreciándose a corto plazo, aunque advierten sobre la volatilidad y la posibilidad de una devaluación hacia finales de año, con una tasa de cambio que podría acercarse a los $4.150.