Sin embargo, en un giro sorpresivo, Trump se mostró dispuesto a dialogar con su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmando: “Lula puede llamarme cuando quiera”.
La decisión arancelaria, que contempla cerca de 700 excepciones, fue justificada por la Casa Blanca como una respuesta a lo que Trump calificó de “caza de brujas” contra el expresidente Jair Bolsonaro, quien enfrenta un juicio en Brasil por intento de golpe de Estado. Esta medida se suma a la sanción estadounidense contra el juez Alexandre de Moraes, responsable del proceso contra Bolsonaro, a quien se le aplicó la Ley Magnitsky. El juez ha rechazado las sanciones como “amenazas cobardes e infructíferas” y ha defendido la soberanía judicial de su país. Desde Brasil, la respuesta ha sido de rechazo, con manifestaciones en las calles y la preocupación del sector productivo, especialmente el agroindustrial, por el severo impacto en las exportaciones. El presidente Lula da Silva afirmó que “los brasileños y sus instituciones determinan el futuro de Brasil” y que su gobierno protegerá la economía nacional.
La disposición al diálogo de Trump, aunque aún sin fecha, abre una ventana para una posible negociación en medio de una tensión que mezcla la política interna brasileña con drásticas medidas comerciales internacionales.