Esta estrategia ambivalente genera incertidumbre sobre los verdaderos objetivos de Washington en la región. Por un lado, Estados Unidos ha intensificado la presión militar con un despliegue naval sin precedentes en el Caribe, incluyendo el portaaviones USS Gerald R. Ford, y ha designado al ‘Cartel de los Soles’, vinculado por Washington a Maduro, como organización terrorista extranjera.
Estas acciones se suman a las operaciones letales contra supuestas narcolanchas.
Por otro lado, Trump sorprendió al declarar que “podría haber discusiones con Maduro” porque, según él, “Venezuela quiere hablar”.
Esta afirmación marcó un giro inesperado, aunque informes de prensa indican que la Casa Blanca ya habría rechazado una oferta de emisarios de Maduro para una renuncia gradual en un plazo de tres años. En respuesta a la apertura de Trump, Maduro afirmó estar dispuesto a un encuentro “cara a cara”, siempre que se respete la soberanía venezolana. Analistas consideran que la postura de Trump podría ser una estrategia para desescalar la crisis y evitar un conflicto mayor, pero también advierten que un acercamiento podría legitimar al gobierno de Maduro, debilitando a la oposición. Mientras tanto, el mandatario estadounidense ha evitado dar detalles sobre sus planes, afirmando que ya ha tomado una decisión sobre Venezuela pero sin revelarla, manteniendo así un estado de ambigüedad estratégica.













