La estrategia no se limita a lo militar; también incluye movimientos económicos y diplomáticos. La administración Trump ha impulsado acuerdos comerciales para beneficiar a gobiernos aliados en la región, como se evidencia en la reducción de aranceles a productos de Ecuador, Argentina, El Salvador y Guatemala. Al mismo tiempo, ejerce presión sobre otros para que limiten sus lazos con China, como en el caso de Panamá y la administración de sus puertos. Esta política de 'tensar sin romper' busca mantener un nivel de tensión controlada que justifique el liderazgo estadounidense, utilizando crisis como la venezolana para proyectar poder sin necesidad de una intervención militar directa a gran escala, consolidando así su dominio en una región que considera su “vecindad”.