El presidente Donald Trump ha manifestado su disposición a autorizar ataques militares dentro de México y Colombia para combatir a los carteles de la droga, una declaración que marca una posible escalada en su política de seguridad hemisférica. Trump afirmó que estaría “orgulloso” de atacar instalaciones de producción y a los capos del narcotráfico, argumentando que la situación equivale a “una guerra” que cobra miles de vidas en Estados Unidos. En declaraciones desde la Oficina Oval, Trump aseguró poseer información detallada sobre los líderes del narcotráfico, afirmando: “sabemos las direcciones de cada capo de la droga… sabemos todo acerca de cada uno de ellos”.
Justificó una posible intervención señalando que el narcotráfico está “matando a nuestra gente”. El mandatario indicó que ha comunicado su postura al gobierno mexicano y que, en caso de actuar, buscaría la aprobación del Congreso estadounidense, sugiriendo que contaría con apoyo bipartidista. La amenaza se extendió a Colombia, donde mencionó la existencia de “fábricas de cocaína” que, en su opinión, deben ser destruidas.
“¿Destruiría esas fábricas?
Estaría orgulloso de hacerlo, personalmente”, declaró.
Estas afirmaciones se producen en un contexto de creciente actividad militar estadounidense en el Caribe y el Pacífico, con operaciones antidrogas que ya han incluido ataques a embarcaciones. La retórica de Trump sugiere un cambio hacia un enfoque más directo y confrontacional, que podría incluir operaciones militares en territorios soberanos, generando preocupaciones sobre las implicaciones diplomáticas y la soberanía de las naciones latinoamericanas. Aunque no anunció acciones inminentes, sus palabras delinean una postura más beligerante para abordar la crisis de las drogas en su país.
En resumenLas declaraciones del presidente Trump sobre su disposición a atacar militarmente a los carteles en México y Colombia reflejan una drástica intensificación de su política antidrogas. Al enmarcar el narcotráfico como una “guerra”, justifica posibles intervenciones en naciones soberanas, lo que ha generado una considerable tensión diplomática. Esta postura, aunque no se ha materializado, representa un cambio hacia una estrategia de confrontación directa con graves implicaciones para la estabilidad y las relaciones en el hemisferio.