Como parte de su ofensiva antinarcóticos en el hemisferio occidental, la administración Trump ha ejecutado una serie de 'ataques cinéticos letales' contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, resultando en la muerte de más de 80 personas. Estas operaciones, ordenadas directamente por el presidente y el secretario de Guerra, Pete Hegseth, han sido justificadas por el Pentágono como acciones contra buques operados por 'organizaciones terroristas designadas' que transportan narcóticos. Los ataques, de los cuales se han reportado al menos 21, han sido documentados en videos difundidos por las propias autoridades estadounidenses, mostrando la destrucción de las lanchas en aguas internacionales.
A pesar de que Washington sostiene que las víctimas son 'narcoterroristas', no ha presentado evidencia pública para sustentar dichas afirmaciones.
Esta campaña militar ha provocado una fuerte condena internacional.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Turk, expresó que existen 'fuertes indicios' de que los ataques constituyen 'ejecuciones extrajudiciales' y violan el derecho internacional, ya que el uso de la fuerza letal debería ser un 'último recurso absoluto'. Gobiernos como los de Colombia, Rusia y aliados europeos como el Reino Unido y Francia también han criticado las acciones. Como consecuencia, tanto el Reino Unido como Colombia, bajo la presidencia de Gustavo Petro, han suspendido la cooperación de inteligencia con Estados Unidos para la localización de estas embarcaciones, al no querer ser cómplices de actos que consideran ilegales.
En resumenLa estrategia de ataques letales contra supuestas 'narcolanchas' ha posicionado a la administración Trump en un curso de colisión con el derecho internacional y varios de sus aliados, quienes cuestionan la legalidad y la humanidad de una campaña que ha dejado un alto número de muertos sin el debido proceso judicial.