El Comando Sur de EE. UU. confirmó oficialmente la incorporación del buque, considerado el más grande, moderno y letal del mundo, a su zona de responsabilidad. Con propulsión nuclear, una tripulación de más de 4.500 personas y capacidad para transportar más de 70 aeronaves, incluyendo cazas F-35, su presencia es vista por analistas como una demostración de fuerza que excede con creces las necesidades de una operación antinarcóticos, el argumento oficial de Washington. El despliegue, ordenado por el presidente Trump, se suma a una flota que ya incluía destructores, un submarino nuclear y buques anfibios.

Venezuela ha interpretado este movimiento como una amenaza directa y una maniobra de presión para forzar la salida del presidente Nicolás Maduro. En respuesta, el gobierno venezolano ha anunciado la movilización de hasta 200.000 militares para ejercicios de preparación y ha promulgado nuevas leyes de defensa. La presencia de una plataforma de combate de esta magnitud, con una capacidad de ataque comparable a la de conflictos como los de Irak, es un hecho inédito en la región desde la invasión de Panamá en 1989 y marca un punto de inflexión en la escalada de tensiones entre Washington y Caracas.