La parálisis gubernamental se originó por un desacuerdo presupuestario entre republicanos y demócratas, centrado en la financiación de subsidios del sistema de salud (Obamacare). Durante los 43 días del "shutdown", cientos de miles de empleados federales fueron suspendidos o se vieron obligados a trabajar sin cobrar su sueldo. La crisis se extendió a múltiples sectores, destacando el caos en el transporte aéreo, donde la falta de personal de control de tráfico aéreo provocó miles de cancelaciones y retrasos de vuelos en todo el país. Asimismo, programas sociales vitales como el de asistencia alimentaria (SNAP), del que dependen más de 40 millones de estadounidenses, estuvieron al borde de la desfinanciación. El acuerdo final, que permitió la reapertura, fue de carácter provisional, financiando al gobierno hasta el 30 de enero y posponiendo la disputa sobre los subsidios de salud. La solución se alcanzó después de que un grupo de senadores demócratas rompiera filas y votara junto a los republicanos, lo que fue visto como una capitulación por el ala más progresista del partido. El presidente Trump amenazó con reducir el sueldo a los controladores aéreos ausentes, a quienes acusó de eludir su deber "patriótico", mientras que los trabajadores denunciaron ser utilizados como "peones políticos".