Estas declaraciones se producen mientras aumenta la presencia naval de EE.

UU. en la región, generando preocupación internacional sobre una posible intervención militar directa.

La administración Trump ha justificado el despliegue, que incluye el portaaviones USS Gerald R. Ford —el más grande del mundo—, buques de guerra y miles de soldados, como una operación antinarcóticos para frenar el flujo de drogas y desmantelar redes de "narcoterrorismo". El secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció formalmente la "Operación Lanza del Sur", afirmando que "el hemisferio occidental es la vecindad de Estados Unidos, y la protegeremos". Sin embargo, el gobierno venezolano de Nicolás Maduro y varios analistas internacionales interpretan la movilización como una amenaza directa y un preludio a un posible ataque.

El Washington Post reveló que Trump se reunió con altos mandos del Pentágono para discutir una "variedad de opciones" militares, incluyendo ataques terrestres.

Trump ha mantenido una ambigüedad estratégica, declarando a la prensa: «Ya me decidí, pero no puedo decirles qué será».

Esta postura mantiene la presión sobre Caracas sin comprometerse públicamente con una acción específica.

En respuesta, el presidente Maduro ha ordenado la movilización de tropas y milicias, pidiendo al pueblo prepararse para la defensa y haciendo un llamado al pueblo estadounidense para que detenga "la mano enloquecida de quien ordena bombardear". La situación ha provocado reacciones de potencias como Rusia, que ha pedido a Washington evitar acciones que desestabilicen la región, y ha generado divisiones entre los aliados de EE. UU., con reportes de que el Reino Unido y Colombia han suspendido o limitado la cooperación de inteligencia para estas operaciones.