El acuerdo incluye la suspensión de aranceles y el levantamiento de restricciones a la exportación de metales estratégicos. El encuentro, celebrado en Corea del Sur, marcó un punto de inflexión en un conflicto arancelario que había generado incertidumbre en la economía global. Como parte del acuerdo, China anunció que levantará la prohibición de exportar metales estratégicos hacia Estados Unidos, una medida que estará vigente hasta 2026 y que fue vista como un gesto conciliador.
Además, Pekín se comprometió a reanudar las compras de soya estadounidense, una demanda clave de Washington. Por su parte, la administración Trump acordó suspender la imposición de nuevos aranceles y aplazar controles a la exportación de tecnología estadounidense. Este acercamiento ha sido interpretado como un reconocimiento mutuo de las vulnerabilidades de ambas economías y la necesidad de cooperación. En un gesto simbólico, Trump llegó a referirse a la nueva dinámica como un “G-2”, sugiriendo una paridad entre ambas naciones.
Adicionalmente, los secretarios de defensa de ambos países han discutido la posibilidad de establecer una línea de comunicación militar directa para reducir el riesgo de conflictos y gestionar las tensiones de manera más efectiva, lo que indica que la desescalada podría extenderse más allá del ámbito comercial. A pesar de la tregua, la competencia estratégica por la supremacía tecnológica y el control de las cadenas de suministro, como las de tierras raras, sigue siendo un factor de fondo en la relación bilateral.












