El pacto incluye una reducción de aranceles por parte de Washington y el compromiso de Pekín de levantar restricciones a la exportación de tierras raras, reanudar la compra de soja estadounidense y reforzar los controles sobre el fentanilo. La reunión, que duró cerca de 90 minutos en la base aérea de Busan, fue calificada por Trump como “un gran éxito” y una “reunión maravillosa”. Como parte del acuerdo, Estados Unidos reducirá del 20 % al 10 % los aranceles impuestos a China en represalia por el tráfico de fentanilo.

A cambio, Xi se comprometió a que Pekín comprará cantidades “enormes” de soja estadounidense y suspenderá durante un año los controles a la exportación de tierras raras, minerales críticos para la tecnología y la defensa. Este acuerdo representa una pausa en la guerra arancelaria que ha marcado la relación bilateral. Sin embargo, la política arancelaria de Trump sigue enfrentando desafíos internos.

El Senado de EE. UU. votó para derogar los aranceles del 50 % impuestos a Brasil y otras tasas a aliados como Canadá, Japón y la Unión Europea, con el apoyo de algunos republicanos, evidenciando divisiones dentro de su propio partido. Además, un Tribunal Federal de Apelaciones declaró improcedente el uso de poderes de emergencia por parte de Trump para imponer aranceles masivos, limitando su autoridad ejecutiva en materia comercial, aunque la decisión final recaerá en la Corte Suprema. Pese a la tregua, analistas como el exembajador Nicholas Burns la califican de “incómoda”, sugiriendo que las tensiones estratégicas de fondo persisten.