Sin embargo, evitó confirmar si su gobierno planeaba ataques terrestres o una intervención directa, afirmando: “No le voy a decir qué voy a hacer con Venezuela”.

Esta ambigüedad se enmarca en una estrategia de presión que incluye el mayor despliegue de la Armada estadounidense en la región desde la Guerra del Golfo, con el envío del portaaviones USS Gerald Ford. Oficialmente, la misión es combatir el narcotráfico, pero funcionarios y analistas reconocen que forma parte de una campaña más amplia para derrocar a Maduro, a quien Trump acusa de liderar una red de narcotráfico y de haber “vaciado sus prisiones” en Estados Unidos.

El papa León XIV ha hecho un llamado al diálogo para resolver las tensiones, advirtiendo que “con la violencia no venceremos”. Analistas como Eric Hershberg, de la American University, señalan que Trump “parece tenérsela jurada a Maduro” y que la presión también responde a la competencia con China, aliada de Caracas. Otros, como James Mahon de Williams College, ven más probable que se produzcan ataques selectivos sobre puertos o aeródromos militares para forzar la salida del líder venezolano.