El acuerdo principal consiste en que Estados Unidos reducirá con carácter inmediato los aranceles impuestos a China del 20% al 10%.

A cambio, Pekín se comprometió a reforzar los controles sobre el tráfico de fentanilo, un opioide sintético que ha causado una crisis de salud pública en EE.

UU.

Adicionalmente, China aceptó suspender durante un año los controles a las exportaciones de tierras raras, minerales cruciales para la industria tecnológica y de defensa, y reanudar la compra de cantidades "enormes" de soja estadounidense.

Ambos líderes adoptaron un tono conciliador.

Trump describió a Xi como un "negociador muy duro" y un "gran líder", mientras que Xi expresó su disposición a "mantener el rumbo correcto" para garantizar la "navegación estable del gigantesco barco de las relaciones entre China y Estados Unidos".

Este pacto representa una importante, aunque potencialmente frágil, tregua en el conflicto económico que ha afectado a los mercados globales.