La última prueba nuclear estadounidense se realizó en 1992, y desde entonces el país ha mantenido su arsenal mediante simulaciones.

La orden presidencial rompe con esta política y podría contravenir el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), firmado por Washington en 1996.

La reacción internacional ha sido contundente.

China calificó la decisión como "una amenaza para la estabilidad global", mientras que el Kremlin advirtió que Rusia responderá "de manera proporcional".

La ONU, por su parte, instó a evitar acciones con consecuencias "catastróficas". La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), ganadora del Nobel de la Paz, criticó duramente a Trump, afirmando que "esta no es la manera de ganar el Nobel de la Paz" y describiendo la medida como una "escalada innecesaria e imprudente". Analistas advierten que la decisión podría debilitar la autoridad moral de Washington y aislarlo de sus aliados.