El Pentágono anunció el despliegue del USS Gerald R. Ford, con capacidad para 90 aeronaves y una tripulación de más de 4.500 marineros, para reforzar las operaciones del Comando Sur. Este grupo de ataque se suma a un contingente que ya incluye destructores como el USS Gravely, buques de asalto anfibio, aviones F-35B y drones, operativo en la región desde agosto. El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, afirmó que el despliegue “reforzará la capacidad de Estados Unidos para detectar, monitorear y desmantelar actores y actividades ilícitas”.

Sin embargo, esta demostración de fuerza es vista por Caracas como una amenaza directa.

El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, declaró que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) está en “máxima alerta” para defender la soberanía. La tensión se extendió a las relaciones diplomáticas en la región.

La llegada del destructor USS Gravely a Trinidad y Tobago para realizar ejercicios militares conjuntos fue denunciada por Venezuela como una “colaboración para la guerra”, lo que llevó a Caracas a suspender unilateralmente un acuerdo de gas que mantenía con Puerto España. El presidente Nicolás Maduro calificó el despliegue estadounidense como una “guerra eterna” y una “guerra psicológica”, mientras que la vicepresidenta Delcy Rodríguez denunció la detención de supuestos mercenarios vinculados a la CIA en un plan para generar un conflicto.