Estas maniobras, justificadas como parte de una operación antinarcóticos, han sido denunciadas por Venezuela como una “provocación hostil” y una amenaza directa a la paz regional. El Pentágono anunció que el envío del grupo de ataque del portaaviones, que incluye destructores y una tripulación de más de 4.500 marineros, busca “reforzar la capacidad de Estados Unidos para detectar, monitorear y desmantelar actores y actividades ilícitas”. Este despliegue se suma a un contingente que ya incluye buques de asalto, aviones de combate F-35B y drones. La llegada del destructor USS Gravely al puerto de Puerto España, en Trinidad y Tobago, a solo 10 kilómetros de la costa venezolana, fue un punto álgido en la escalada.

El gobierno de Nicolás Maduro reaccionó declarándose en alerta y denunciando que el objetivo real es desestabilizar su gobierno. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, informó que las fuerzas armadas se mantienen en preparación constante ante lo que consideran un avance militar que “cada día se aproxima más” a sus costas. Caracas también anunció el arresto de supuestos “mercenarios” vinculados a la CIA que planeaban un “ataque de falsa bandera” para generar un conflicto.