Inicialmente, se había anunciado que Trump y Putin se reunirían en Hungría para discutir una posible salida al conflicto ucraniano.

Sin embargo, el presidente estadounidense suspendió el encuentro, afirmando que no quería una “reunión desperdiciada” o “inútil” al considerar que las negociaciones para un alto el fuego no estaban avanzando. “No quiero perder el tiempo”, declaró Trump, frustrado por la falta de cooperación de Putin para alcanzar la paz. Poco después de la cancelación, el Departamento del Tesoro anunció las sanciones, que congelan los activos de Rosneft y Lukoil en jurisdicción estadounidense y prohíben a empresas de EE.

UU. realizar transacciones con ellas.

El objetivo, según el secretario del Tesoro, Scott Bessent, es “ahogar al máximo la fuente de ingresos del Kremlin para financiar objetivos bélicos”.

La medida fue celebrada por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como un “mensaje contundente”. Desde Moscú, el presidente Putin y su portavoz, María Zajárova, calificaron las sanciones como “contraproducentes” y un intento de “ejercer presión” que no fortalece las relaciones que comenzaban a restablecerse.