Trump aseguró que el proyecto no utilizará fondos públicos, sino que será financiado con donaciones privadas de “generosos patriotas y magníficas empresas”, entre las que se mencionan gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Microsoft y Apple.

La noticia y las imágenes de la demolición han provocado indignación entre opositores y expertos en patrimonio. Líderes del Partido Demócrata acusaron al presidente de “falta de respeto” hacia la historia de la Casa Blanca, especialmente en un momento en que el país enfrenta un cierre de gobierno. Organizaciones como el National Trust for Historic Preservation advirtieron que la construcción “podría alterar de forma permanente el diseño clásico y equilibrado” de la mansión presidencial. A pesar de las críticas, la obra avanza, con Trump defendiendo la necesidad de un espacio adecuado para cenas de Estado y otros eventos oficiales.