El presidente aseguró que no se utilizará dinero público, sino que será financiado con fondos privados de "generosos patriotas y magníficas empresas" como Apple, Amazon, Lockheed Martin y Coinbase.

La decisión ha provocado una ola de indignación. Líderes del Partido Demócrata acusaron al presidente de "falta de respeto" hacia la Casa Blanca, especialmente en un momento en que el país enfrenta un cierre de gobierno y un alto costo de vida. Organizaciones como el National Trust for Historic Preservation advirtieron que la construcción "podría alterar de forma permanente el diseño clásico y equilibrado" de la mansión presidencial y cuestionaron la falta de transparencia del proceso. A pesar de las críticas, las obras de demolición ya han comenzado, alimentando la polémica sobre las prioridades de la administración Trump.