Esta demostración de fuerza se produce en un momento de máxima fricción diplomática, marcada por las operaciones navales de EE.

UU. en el Caribe y las acusaciones mutuas entre ambos gobiernos.

Los bombarderos, con capacidad para transportar más de 32 toneladas de armamento, incluyendo misiles de crucero con capacidad nuclear, volaron cerca del archipiélago de Los Roques escoltados por cazas F-35B. La Fuerza Aérea de EE. UU. describió la misión como una demostración de la “capacidad de disuasión y respuesta global” en el área de responsabilidad del Comando Sur. Este movimiento es interpretado como un mensaje directo al gobierno de Nicolás Maduro, al que Washington acusa de liderar el “Cartel de los Soles” y de desestabilizar la región. El sobrevuelo se suma a una serie de acciones de presión, como el despliegue de buques de guerra y los ataques a presuntas “narcolanchas”. Por su parte, el gobierno de Maduro ha denunciado estas acciones como una “amenaza seria” y una “agresión psicológica”, y ha respondido activando planes de defensa nacional y reforzando su presencia militar en las fronteras. La situación ha generado preocupación en la región, con el presidente colombiano Gustavo Petro advirtiendo sobre los riesgos de una escalada violenta.