En respuesta, el presidente Donald Trump ha amenazado con elevar los aranceles sobre productos chinos al 100%, una medida que él mismo calificó de "insostenible" pero "necesaria".
La escalada comenzó cuando China, el mayor productor mundial de tierras raras, anunció controles a la exportación de estos materiales, que son cruciales para las industrias tecnológica, militar y energética. La medida fue vista por Washington como una "escalada" en el conflicto comercial.
La represalia de la Casa Blanca no se hizo esperar: Trump amenazó con un incremento "masivo" de los gravámenes que podría elevarlos hasta un 157 %. En una entrevista, el presidente admitió la dureza de la medida al afirmar: "No es sostenible, pero ese es el número", y justificó su postura argumentando que Pekín lo "obligó a hacerlo". A pesar de la dura retórica, ambas potencias han iniciado gestiones para reducir la tensión.
El secretario del Tesoro de EE.
UU., Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, mantuvieron una llamada "franca y constructiva" y acordaron celebrar una nueva ronda de negociaciones "lo antes posible". El objetivo es preparar el terreno para una cumbre presidencial entre Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, prevista para finales de octubre en Corea del Sur. La Unión Europea también ha expresado su preocupación y busca coordinar con el G7 una respuesta conjunta para reducir la dependencia de China en el suministro de minerales críticos.












