El gobierno de Donald Trump ha intensificado una ofensiva militar en el mar Caribe, ejecutando una serie de ataques contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico que han dejado decenas de muertos y generado una crisis diplomática regional. Estas operaciones, defendidas por Washington como una lucha contra el "narcoterrorismo", han sido cuestionadas por su legalidad y la falta de transparencia. Desde agosto, las fuerzas estadounidenses han ejecutado al menos seis ataques contra lanchas y semisumergibles, resultando en la muerte de al menos 27 personas, a quienes el presidente Trump ha calificado repetidamente como "narcoterroristas". Sin embargo, la identidad de las víctimas ha sido objeto de una fuerte controversia.
Familiares en Trinidad y Tobago y Colombia han denunciado que entre los fallecidos se encontraban pescadores inocentes, como el ciudadano colombiano Alejandro Carranza.
El presidente Gustavo Petro afirmó que una de las lanchas atacadas era colombiana y que la víctima era un pescador, lo que elevó la tensión diplomática con Washington. La legalidad de estas acciones ha sido ampliamente debatida, con expertos en derecho internacional y más de 100 organizaciones civiles señalando que los ataques podrían constituir "ejecuciones extrajudiciales" y violar normas sobre el uso de la fuerza en aguas internacionales. Estas organizaciones han solicitado una investigación formal al Congreso de EE.
UU. Un giro reciente en la situación fue la confirmación de que, por primera vez, hubo sobrevivientes en uno de los ataques. Según Trump, los dos individuos, de nacionalidad colombiana y ecuatoriana, no serán procesados en Estados Unidos, sino que serán repatriados a sus países de origen para su "detención y enjuiciamiento", una decisión que, según analistas, busca evitar complicaciones legales en territorio estadounidense.
En resumenLa campaña militar de EE. UU. en el Caribe, ordenada por Trump, ha resultado en múltiples ataques letales contra supuestas "narcolanchas", causando una controversia internacional sobre su legalidad y la identidad de las víctimas. A pesar de las denuncias de que se trata de ejecuciones extrajudiciales y la presión de organizaciones civiles, la Casa Blanca defiende las operaciones como una guerra contra el narcoterrorismo, mientras la tensión con países como Venezuela y Colombia escala.