Esta advertencia representa un giro significativo en la política de Washington y una potencial escalada del conflicto, generando una fuerte reacción por parte de Moscú.
La declaración, realizada a bordo del Air Force One, establece un ultimátum directo a Rusia.
Trump declaró que podría decirle a Putin: "Mira, si esta guerra no se va a resolver, les voy a enviar Tomahawks".
Este tipo de misil de crucero tiene un alcance de hasta 2.400 kilómetros, lo que permitiría a las fuerzas ucranianas atacar objetivos estratégicos en el corazón de Rusia, incluyendo Moscú. El envío de este armamento rompería con la política de contención que Estados Unidos había mantenido, evitando suministrar armas ofensivas de largo alcance para no cruzar las "líneas rojas" de Rusia. La amenaza de Trump es vista como una táctica de diplomacia coercitiva, utilizando la posibilidad de una escalada militar como una palanca para forzar a Moscú a negociar. La reacción de Rusia no se hizo esperar; el subjefe de su Consejo de Seguridad advirtió que la medida "puede acabar mal para todos", lo que subraya el alto riesgo de la estrategia. Aunque Trump sugirió que aún no ha tomado una decisión final, su advertencia ha reconfigurado el tablero geopolítico y ha puesto a la OTAN y a otras potencias mundiales en estado de alerta.












