Esta postura representa una potencial escalada militar sin precedentes, diseñada para forzar a Moscú a la mesa de negociaciones.
La advertencia de Trump se produjo tras dos conversaciones telefónicas con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien ha solicitado insistentemente este tipo de armamento ofensivo.
“Podría tener que hablar con Rusia… Podría decir: ‘Mira, si esta guerra no se va a resolver, les voy a enviar Tomahawks’”, declaró Trump a periodistas.
Los misiles Tomahawk tienen un alcance de hasta 2.400 kilómetros, lo que pondría a ciudades como Moscú al alcance de las fuerzas ucranianas y cambiaría radicalmente la dinámica del conflicto.
La amenaza ha sido recibida con extrema seriedad por el Kremlin.
Un alto funcionario del Consejo de Seguridad de Rusia advirtió que tal acción “puede acabar mal para todos”.
Paralelamente a esta estrategia de presión militar, Trump ha mantenido abiertos los canales diplomáticos con Rusia.
Sostuvo una “larga llamada” con Putin y anunció planes para una posible cumbre bilateral en Budapest, Hungría, con el objetivo de negociar la paz en Ucrania. Este doble enfoque, que combina la diplomacia coercitiva con la oferta de diálogo directo, redefine la implicación de Washington en el conflicto europeo, aumentando tanto los riesgos como las posibilidades de una resolución negociada.












