La declaración de Trump, realizada a bordo del avión presidencial Air Force One, se produjo tras mantener dos conversaciones telefónicas con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien ha solicitado insistentemente este tipo de armamento.

“Podría tener que hablar con Rusia, para ser honesto.

Podría decir: ‘Mira, si esta guerra no se va a resolver, les voy a enviar Tomahawks’”, expresó Trump, resumiendo su ultimátum.

El envío de estos misiles cambiaría por completo la dinámica del conflicto, ya que su alcance de hasta 2.400 kilómetros permitiría a Ucrania atacar objetivos estratégicos en Moscú y otras ciudades rusas, una “línea roja” que Washington había evitado cruzar hasta ahora para no provocar una confrontación directa con Rusia. Aunque Estados Unidos ha proporcionado más de 75.000 millones de dólares en ayuda militar, se había abstenido de suministrar armas ofensivas de largo alcance. La estrategia de Trump parece basarse en la disuasión coercitiva, utilizando la amenaza de una acción militar contundente para forzar a Moscú a negociar.

Sin embargo, el riesgo es considerable.

El Kremlin ha reaccionado advirtiendo que el posible envío de estos misiles “puede acabar mal para todos” y que cualquier ataque con Tomahawks será respondido “con todos los medios disponibles”.