La parálisis presupuestaria, producto del desacuerdo entre republicanos y demócratas, ha generado incertidumbre y crecientes críticas hacia la gestión del presidente. La parálisis presupuestaria, que comenzó el 1 de octubre, ha dejado a miles de empleados federales sin sueldo y ha obligado a varias agencias a suspender operaciones. La administración Trump anunció que los despidos federales ya han comenzado, concentrándose, según dijo el presidente, entre los trabajadores demócratas y afectando especialmente al Departamento del Tesoro y al de Salud. Una de las consecuencias más visibles ha sido el caos en los aeropuertos. La Administración Federal de Aviación (FAA) advirtió sobre la escasez de personal, lo que ha provocado retrasos masivos y cierres temporales de torres de control en aeropuertos clave como O'Hare en Chicago, Nashville y Houston.
Los controladores aéreos, considerados “esenciales”, están obligados a trabajar sin recibir su salario.
Además, el cierre ha puesto en jaque programas de ayuda alimentaria como el WIC, del que dependen siete millones de familias. A pesar de la crisis, Trump ha amenazado con no pagar a algunos funcionarios el sueldo que les corresponde y ha cerrado oficinas clave para los migrantes, aunque aseguró que la aplicación de las leyes de inmigración no cambiaría.












