La retórica de Trump se endureció al dirigirse a altos mandos militares, a quienes les dijo que Estados Unidos está “bajo una invasión desde dentro” y que ciudades peligrosas como San Francisco, Chicago y Nueva York serían utilizadas como “campo de entrenamiento para nuestros militares”.

Esta postura fue rechazada enérgicamente por los líderes locales.

La gobernadora de Oregón, Tina Kotek, afirmó que “no hay insurrección, no hay amenaza a la seguridad nacional y no hay necesidad de tropas militares en nuestra ciudad”, mientras que el alcalde de Portland calificó la medida de “indeseada, innecesaria y antiamericana”. La decisión de Trump rompe con la tradición que prohíbe el uso de soldados para asuntos domésticos y ha sido vista por analistas como una estrategia para consolidar una agenda autoritaria.