Como consecuencia, unos 750.000 empleados federales fueron enviados a casa sin sueldo, mientras que trabajadores esenciales, como controladores aéreos y agentes de seguridad, continuaron en sus puestos sin recibir pago.

El cierre también implicó la clausura de parques nacionales, museos y oficinas públicas. El presidente Trump calificó la situación como una “oportunidad sin precedentes” y una “oportunidad de oro”, y anunció que se reuniría con su director de presupuesto para determinar qué “agencias demócratas” podría recortar o desmantelar de forma temporal o permanente.

Además, amenazó con despidos masivos, afirmando: “Vamos a despedir a muchas personas que se verán muy afectadas, y serán demócratas”.

Esta postura politizó aún más la crisis, que según la Oficina de Presupuesto del Congreso podría costar 400 millones de dólares diarios en salarios no pagados y reducir el crecimiento del PIB.