El Departamento de Justicia de Estados Unidos, bajo la administración Trump, imputó formalmente al exdirector del FBI James Comey por perjurio y obstrucción a la justicia. La medida se produce días después de que el presidente Donald Trump exigiera públicamente a la fiscal general Pam Bondi que actuara contra sus adversarios políticos, lo que ha generado acusaciones de instrumentalización del sistema judicial. Los cargos contra Comey, un duro crítico del presidente, se derivan de su testimonio ante el Congreso en septiembre de 2020 sobre la investigación de los presuntos vínculos entre la campaña de Trump de 2016 y Rusia. Si es declarado culpable, podría enfrentar hasta cinco años de prisión.
Trump celebró la noticia en su red social, calificando a Comey como “uno de los peores seres humanos” y “exjefe corrupto del FBI”.
Por su parte, Comey se declaró inocente y afirmó: “Mi familia y yo sabemos desde hace años que enfrentarse a Donald Trump tiene un precio”.
La acusación fue presentada por la fiscal federal Lindsey Halligan, una exabogada personal de Trump nombrada recientemente para el cargo, después de que el fiscal anterior, Erik Siebert, dimitiera tras concluir que no había pruebas suficientes para imputar a Comey. Este hecho ha sido condenado por líderes demócratas; Hakeem Jeffries lo calificó como “un ataque vergonzoso al estado de derecho”, mientras que el senador Mark Warner acusó a Trump de intentar “convertir nuestro sistema judicial en un arma para castigar y silenciar a sus críticos”. La fiscal general Pam Bondi defendió la imputación, declarando que “nadie está por encima de la ley” y que la acción refleja el compromiso de responsabilizar a quienes abusan de sus posiciones de poder.
En resumenLa imputación del exdirector del FBI James Comey por parte del Departamento de Justicia de Trump ha intensificado el debate sobre la politización de la justicia en Estados Unidos. Mientras el presidente celebra la acción contra uno de sus mayores críticos, la oposición denuncia un abuso de poder destinado a perseguir a adversarios políticos.