El Departamento de Estado de EE. UU. justificó la medida calificando las declaraciones de Petro como “acciones imprudentes e incendiarias”.

El mandatario colombiano, durante una protesta pro-palestina, había dicho con un megáfono: “Le pido a todos los soldados del Ejército de los Estados Unidos no apuntar contra la humanidad sus fusiles. Desobedezcan la orden de Trump; obedezcan la orden de la humanidad”. La defensa del gobierno colombiano se centró en el principio de inmunidad diplomática. Petro afirmó que la acción “rompe todas las normas de inmunidad en que se basa el funcionamiento de las Naciones Unidas”, una postura respaldada por su Cancillería, que llegó a sugerir la necesidad de buscar “un país sede completamente neutral” para la ONU. El vicecanciller Mauricio Jaramillo aclaró que el llamado de Petro a la “desobediencia” y “resistencia” buscaba “salvar a Gaza” y no “derrocar a Trump”. El incidente ha generado comparaciones con la revocación de la visa al expresidente Ernesto Samper en la década de 1990. Las reacciones en Colombia han sido polarizadas: mientras el expresidente Iván Duque calificó la conducta de Petro como “irracional”, figuras del oficialismo como Armando Benedetti lo defendieron, asegurando que fue “el único capaz de decirle la verdad en su cara”. Políticos y empresarios han expresado una gran preocupación por las posibles consecuencias negativas para la relación bilateral en áreas clave como la cooperación en seguridad, el comercio y la lucha antinarcóticos.