El exdirector del FBI, quien fue despedido por Trump en 2017, se ha declarado inocente y ha manifestado su disposición a ir a juicio, afirmando: “Soy inocente.
Así que, que tengamos un juicio”. La imputación ha sido vista como una victoria para Trump, quien había exigido públicamente a la fiscal general, Pam Bondi, que actuara contra sus adversarios, escribiendo en redes sociales: “HAY QUE HACER JUSTICIA; YA!!!”. La controversia se intensificó con la renuncia del fiscal federal Erik Siebert, quien consideraba que no había pruebas suficientes para imputar a Comey. Siebert fue reemplazado por Lindsey Halligan, una exabogada personal de Trump sin experiencia como fiscal, quien procedió con la acusación.
Líderes demócratas han condenado la medida, calificándola como un “vergonzoso ataque al estado de derecho” y un intento de utilizar el sistema judicial como un arma para castigar a los críticos del presidente.
Si es declarado culpable, Comey podría enfrentar hasta cinco años de prisión.












