Las medidas, que buscan proteger la industria estadounidense, han generado preocupación por su posible impacto en la inflación y las relaciones comerciales.

A partir del 1 de octubre, entrarán en vigor aranceles del 100 % sobre productos farmacéuticos de marca o patentados, a menos que la empresa esté construyendo plantas de fabricación en Estados Unidos. Adicionalmente, se impondrá un arancel del 25 % a todos los camiones pesados fabricados en el extranjero, justificado por motivos de “seguridad nacional”. El sector de artículos para el hogar también se verá afectado, con una tasa del 50 % sobre gabinetes de cocina y tocadores de baño, y del 30 % sobre muebles tapizados, para contrarrestar lo que Trump describió como una “avalancha masiva de estos productos”. Estas medidas representan la política comercial más severa desde la imposición de aranceles recíprocos en abril y forman parte de una estrategia para reducir el déficit comercial de Estados Unidos y reconstruir su sector manufacturero. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha advertido que esta política arancelaria, que ha elevado el arancel promedio efectivo de EE. UU. al 19.5 %, el nivel más alto desde 1933, frenará significativamente el crecimiento económico global a partir de 2026.

La guerra arancelaria ha reavivado los temores sobre la inflación en Estados Unidos, ya que las empresas podrían trasladar los mayores costos a los consumidores.