Trump fue enfático en su declaración: “Si creemos que alguna ciudad puede ser siquiera un poco peligrosa para el Mundial, dado que se juega en tantas sedes, no lo permitiremos.

Trasladaremos los partidos a otras ciudades”.

Aunque legalmente el presidente no tiene la potestad de modificar las sedes, ya que esta recae exclusivamente en la FIFA, su estrecha relación con el presidente del organismo, Gianni Infantino, podría permitirle ejercer una influencia política considerable. La decisión final sobre las sedes se perfilará cerca del sorteo del Mundial, programado para el 5 de diciembre en Washington, un evento al que se espera que Trump asista y que podría utilizar como plataforma para presionar a los organizadores.