Su intervención reflejó una visión aislacionista y confrontacional frente a los desafíos globales.

Trump inició su discurso lamentando que el mundo pacífico que, según él, existía hace seis años, ha cambiado.

Se atribuyó el mérito de haber detenido “siete guerras en siete meses” y reprochó a la ONU por no haberle ofrecido ayuda. “Si ese es el caso, ¿cuál es la utilidad de Naciones Unidas?”, cuestionó, afirmando que el organismo se limita a emitir comunicados “con palabras vacías”. En materia de política exterior, se mostró comprometido con un alto el fuego en Gaza, pero calificó el reconocimiento unilateral de un Estado palestino como una “recompensa para los terroristas de Hamás”.

Sobre Ucrania, aseguró que la guerra no habría ocurrido bajo su mandato y criticó a China, India y a países de la OTAN por seguir comprando energía rusa, financiando así el conflicto.

El tema migratorio fue central en su alocución.

Afirmó haber reducido a “cero” la entrada de inmigrantes ilegales en los últimos meses y acusó a la ONU de financiar “un ataque a los países occidentales y sus fronteras” al asistir a los migrantes.

También arremetió contra las políticas de energía limpia, calificando el cambio climático como “la mayor estafa perpetrada nunca” y las energías renovables como una “broma” que no funciona.

Su mensaje final a los líderes mundiales fue que “se necesitan fronteras fuertes y fuentes de energía tradicionales para volver a ser grandes”.