Comey fue acusado por un gran jurado federal de presuntamente mentir bajo juramento durante un testimonio ante el Congreso en septiembre de 2020 y de obstrucción. Dicha comparecencia estaba relacionada con la investigación sobre los posibles vínculos de la campaña presidencial de Trump en 2016 con Rusia. El presidente Trump celebró la noticia en sus redes sociales, describiendo a Comey como “uno de los peores seres humanos” y un “exjefe corrupto del FBI”. En respuesta, Comey se declaró inocente y expresó su confianza en el sistema judicial, afirmando: “Soy inocente.

Así que, que tengamos un juicio”.

La imputación ha sido condenada por líderes demócratas, quienes la califican como un “ataque vergonzoso al estado de derecho” y acusan a Trump de “convertir nuestro sistema judicial en un arma para castigar y silenciar a sus críticos”. La controversia se agudiza por el nombramiento de Lindsey Halligan, antigua abogada personal de Trump, como la fiscal que presentó los cargos. Halligan asumió el puesto después de que el fiscal anterior, Erik Siebert, dimitiera tras concluir que no existían pruebas suficientes para imputar a Comey, lo que ha sido interpretado por los críticos como una clara injerencia del poder ejecutivo en asuntos judiciales.