En su discurso, Trump exaltó la figura de Kirk, afirmando: "Ahora es un mártir de la libertad estadounidense" y "Fue asesinado porque vivía con valentía, vivía con audacia y argumentaba con brillantez". El evento se convirtió en una manifestación política donde se fusionó la religión y la retórica conservadora, enmarcando la muerte de Kirk como un sacrificio en la lucha contra la "izquierda radical". Tanto la fiscalía de Utah como el propio Trump han solicitado la pena de muerte para el presunto autor, Tyler Robinson, de 22 años.

En un emotivo contraste, la viuda del activista, Erika Kirk, declaró públicamente su perdón hacia el asesino, diciendo: “Lo perdono porque es lo que hizo Cristo.

La respuesta al odio es no odiar".

El asesinato y el posterior homenaje han consolidado a Kirk como un símbolo para la derecha estadounidense, siendo utilizado para movilizar a su base y prometer mano dura contra lo que la administración denomina "terrorismo doméstico".