Un análisis de sus primeros ocho meses de mandato revela un patrón de bravuconadas y decisiones erráticas que han erosionado alianzas tradicionales y reflejan la resistencia de la clase dominante estadounidense a aceptar un nuevo sistema internacional multipolar. Desde propuestas como la compra de Groenlandia o la anexión de Canadá, que generaron memes pero también un profundo malestar diplomático, hasta promesas incumplidas como resolver la guerra de Ucrania en 24 horas, la política exterior de Trump ha sido calificada como caótica. Esta incontinencia verbal ha tenido consecuencias tangibles: una encuesta del Pew Research Center reveló que el 59 % de los canadienses ahora considera a Estados Unidos como la mayor amenaza para su país. La administración ha mostrado una alta rotación de personal, con 13 cambios en puestos clave del gabinete en sus primeros 220 días, y un número récord de órdenes ejecutivas y proclamaciones, lo que indica una falta de estrategia coherente. Este comportamiento se enmarca en lo que los analistas denominan la “desoccidentalización” del mundo, un proceso donde el centro de gravedad económico y político se desplaza hacia el Pacífico, con potencias emergentes como China e India, y una Rusia renacida. El PIB combinado de los BRICS ya supera al del G7, un dato que simboliza el fin de la hegemonía estadounidense. La frustración ante esta nueva realidad alimenta la retórica agresiva de Trump, que, según el análisis de Atilio Borón, podría llevar a la tentación de resolver conflictos por la vía militar, especialmente en América Latina y el Caribe, como se evidencia en el despliegue naval cerca de Venezuela.