El anuncio confirma una amenaza que Trump ya había planteado durante su primer mandato.
Antifa, una abreviatura de “antifascista”, es una red difusa y descentralizada de activistas de izquierda radical que se oponen a ideologías que consideran fascistas, racistas o de extrema derecha. No tienen una estructura de liderazgo formal ni una membresía unificada, lo que ha complicado los esfuerzos previos para clasificarlos legalmente.
La decisión del presidente busca catalogar al movimiento bajo las leyes antiterroristas de Estados Unidos, lo que permitiría a las agencias federales investigar y procesar a individuos asociados con Antifa con herramientas legales más severas.
La medida ha sido impulsada por la Casa Blanca en un contexto de creciente polarización y violencia política. La administración Trump utiliza el asesinato de Kirk como un catalizador para justificar una postura más dura contra grupos que considera una amenaza a la seguridad nacional, equiparando las tácticas de algunos activistas de Antifa con actos de terrorismo.












