El objetivo era consolidar la posición del Reino Unido como líder tecnológico y atraer inversión estadounidense.

Sin embargo, la visita no estuvo exenta de polémica. Un grupo de activistas británicos proyectó imágenes de Trump junto al delincuente sexual Jeffrey Epstein en el Castillo de Windsor, generando una considerable controversia.

Además, se esperaban protestas en el país por la llegada del presidente y su esposa, reflejando la división que su figura genera en la opinión pública británica. El viaje también se vio afectado por la destitución del embajador británico en Washington, Peter Mandelson, debido a la revelación de nueva información sobre sus vínculos con Epstein.