Durante una visita a Jerusalén, el secretario de Estado, Marco Rubio, se reunió con el primer ministro Benjamin Netanyahu y declaró que un futuro mejor para Gaza “no puede comenzar hasta que Hamás sea eliminado”. Netanyahu, por su parte, elogió el respaldo estadounidense y describió al presidente Trump como “el mayor amigo que Israel haya tenido jamás”.
La visita se produjo en un contexto de alta tensión, menos de una semana después de que Israel atacara a líderes de Hamás en territorio catarí. Este hecho molestó a la administración Trump, ya que Catar alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio y ha sido un mediador fundamental en las negociaciones para un alto el fuego.
El propio Trump expresó su descontento, afirmando no estar “entusiasmado” con el ataque.
Sin embargo, la Casa Blanca aclaró que no participó en la operación, aunque fue notificada por Israel momentos antes de que ocurriera. Rubio también aprovechó su visita para anunciar que Estados Unidos mantendrá la “máxima presión” sobre Irán y defendió el papel de Catar como mediador.
Este complejo equilibrio diplomático, buscando apoyar a Israel sin alienar a Catar, evidencia los desafíos de la política exterior de Trump en Oriente Medio, donde debe gestionar las acciones de sus aliados mientras persigue sus propios intereses estratégicos.












