Esta decisión revierte un cambio hecho en 1947 y refleja la retórica belicista de su administración.

El cambio, anunciado el 5 de septiembre, no modifica el nombre legal del Departamento de Defensa, ya que ello requeriría la aprobación del Congreso, pero autoriza el uso del antiguo título en comunicaciones y ceremonias oficiales. Trump justificó la medida afirmando que “es un nombre mucho más apropiado a la vista de cómo está el mundo ahora mismo”. En su argumentación, el presidente evocó una era de victorias militares estadounidenses, declarando: “Ganamos la Primera Guerra Mundial, ganamos la Segunda Guerra Mundial, ganamos todo lo anterior y lo que hubo entre ambas.

Entonces decidimos ‘despertar’ y renombramos el Departamento de Defensa”. El nuevo “secretario de Guerra”, Pete Hegseth, respaldó la decisión, afirmando que el término “guerra” refleja mejor la “preparación y resolución” de las fuerzas armadas. La Casa Blanca enmarcó la medida dentro de la estrategia de “paz mediante la fuerza”, con el objetivo de que “el mundo vuelva a respetar a Estados Unidos”. Esta acción se produce en un contexto de crecientes tensiones internacionales, especialmente con Venezuela, y busca enviar un mensaje de poderío militar a los adversarios del país.