Tras el suceso, el presidente Trump urgió a su gobierno a ser “despiadado” con los delincuentes y a responder con “fuerza y determinación”.

Esta tragedia ha sido rápidamente incorporada a la narrativa política de la Casa Blanca, que la presenta como una prueba de la necesidad de su enfoque de ley y orden. Los artículos señalan que la administración está abanderando el caso para justificar el uso de mano dura y para “allanar su asalto a más ciudades demócratas”. La portavoz Karoline Leavitt apareció en una conferencia de prensa con imágenes de la víctima y su asesino. La estrategia busca capitalizar la conmoción pública generada por el crimen para avanzar en su agenda política, vinculando la violencia a las políticas progresistas de sus adversarios y reforzando su imagen de líder fuerte contra la delincuencia.