Esta movilización militar se complementa con una ofensiva diplomática y financiera.

Washington ha duplicado la recompensa por información que conduzca al arresto de Nicolás Maduro a 50 millones de dólares, a quien acusa de ser un “narcoterrorista” y de liderar el “Cartel de los Soles”. La tensión se intensificó tras el sobrevuelo de dos cazas F-16 venezolanos cerca de un buque de guerra estadounidense, lo que provocó una advertencia directa del presidente Trump, quien afirmó que si los aviones venezolanos vuelan en una posición peligrosa, “serán derribados”. La respuesta de Caracas ha sido igualmente desafiante. Nicolás Maduro ha calificado el despliegue de “ilegal” y una “amenaza criminal y sangrienta”, asegurando que “ningún imperio va a tocar el suelo sagrado de Venezuela”. Además, ordenó la movilización de milicias y advirtió que el país pasaría a una “etapa de lucha armada” en caso de ser agredido. Analistas internacionales debaten si esta estrategia de máxima presión es un preludio a una intervención militar o una táctica para forzar una fractura interna en el poder chavista.