La situación escaló aún más cuando cazas venezolanos sobrevolaron un destructor norteamericano, en una maniobra calificada por Washington como “altamente provocadora”.

El gobierno de Estados Unidos ha movilizado un contingente militar considerable que incluye destructores de misiles guiados como el USS Jason Dunham, un submarino de propulsión nuclear y ha ordenado el despliegue de diez aviones de combate F-35 a una base en Puerto Rico. Washington enmarca esta operación como una misión antinarcóticos y antiterrorista, acusando al gobierno de Nicolás Maduro de liderar un “narcoestado”.

En respuesta, el presidente venezolano ha calificado el despliegue como “la más grande amenaza que se haya visto en el continente en los últimos cien años” y ha advertido que, de ser agredido, el país entraría en un período de “lucha armada”. La tensión alcanzó un punto crítico cuando dos aviones de combate F-16 venezolanos realizaron un sobrevuelo a baja altura sobre el USS Jason Dunham mientras operaba en aguas internacionales. El Pentágono denunció la acción como una “demostración de fuerza innecesaria y peligrosa” y un intento de interferir en sus operaciones. Un portavoz del Departamento de Defensa afirmó que el movimiento buscaba intimidar y disuadir las labores de vigilancia. Mientras tanto, Caracas defendió la maniobra como una operación de defensa de la soberanía nacional frente a una presencia militar que considera hostil.