El despliegue, considerado el más grande en la región en décadas, incluye múltiples destructores como el USS Gravely y el USS Jason Dunham, buques anfibios como el USS Iwo Jima, un crucero lanzamisiles y un submarino de propulsión nuclear, el USS Newport News, sumando más de 4.500 efectivos militares. El objetivo declarado por Estados Unidos es combatir el narcotráfico, apuntando específicamente al "Cartel de los Soles", una organización que Washington alega es liderada por Nicolás Maduro y altos funcionarios de su gobierno. Esta narrativa se ve reforzada por el aumento a 50 millones de dólares en la recompensa por la captura de Maduro. Sin embargo, analistas internacionales y el gobierno venezolano consideran que la magnitud de la flota sugiere una "diplomacia de buque de guerra" destinada a ejercer máxima presión política y militar sobre el régimen chavista.

En respuesta, Venezuela ha movilizado a su milicia, ha desplegado drones y ha acusado a EE.

UU. de violar el Tratado de Tlatelolco, que prohíbe las armas nucleares en la región. La situación ha polarizado a los países latinoamericanos, con algunos como Trinidad y Tobago respaldando la medida estadounidense, mientras otros advierten sobre el riesgo de una escalada militar.