Esta ofensiva se suma a las tensiones existentes con China, Canadá y la Unión Europea, redefiniendo las relaciones económicas globales. En una declaración contundente, Trump advirtió a las naciones con “tasas, legislación, normas o regulaciones digitales” que, de no eliminarlas, enfrentarán “aranceles adicionales sustanciales” y “restricciones a las exportaciones” de tecnología y chips estadounidenses.

El mandatario argumenta que estos impuestos, como los aplicados por la Unión Europea y los que consideraba Canadá, están “diseñados para perjudicar o discriminar contra la tecnología estadounidense” mientras benefician a las empresas chinas.

“EE.UU. y las empresas tecnológicas de EE.UU. ya no serán más ni la hucha ni la alfombrilla del mundo”, sentenció.

Esta política arancelaria se ha extendido a otros sectores, como el acero y el aluminio, afectando a más de 400 productos derivados, desde maquinaria pesada hasta muebles.

La administración justifica estas medidas como una forma de “cerrar vías para la evasión” y fortalecer la industria nacional.

En paralelo, Trump ha amenazado a China con aranceles del 200 % si no exporta imanes a Estados Unidos.

Las tensiones comerciales también han afectado las relaciones con aliados clave.

Canadá, por ejemplo, impuso gravámenes de represalia, aunque recientemente ha eliminado algunos aranceles sobre productos cubiertos por el T-MEC, manteniendo los que afectan al acero, aluminio y automóviles.

La UE y EE.

UU. también alcanzaron un acuerdo para fijar un arancel general del 15 % a las exportaciones europeas, una medida que busca evitar una guerra comercial a gran escala.