Además, ha amenazado con enviar fuerzas federales a otras ciudades como Chicago y Baltimore para combatir lo que describe como una criminalidad descontrolada.

La decisión de armar a las tropas de la Guardia Nacional en Washington D.C. marca una escalada en la presencia militar en la ciudad, que Trump ha prometido “limpiar”. Este despliegue, presentado como un esfuerzo para controlar la tasa de homicidios, ha sido calificado por críticos como una medida excesiva y una herramienta política.

El propio presidente anunció que participaría en el “patrullaje”, lo que subraya su implicación personal en la operación. Esta militarización de la capital se enmarca en un contexto más amplio de acciones de la administración para afirmar su autoridad, como la firma de órdenes ejecutivas para eliminar el sistema de fianza sin efectivo en la ciudad. La amenaza de extender estas intervenciones a otras ciudades gobernadas por demócratas, como Chicago, Baltimore y Nueva York, ha generado una fuerte oposición. Los críticos acusan a Trump de utilizar la seguridad como un pretexto para una demostración de poder federal, socavando la autonomía local y exacerbando las tensiones políticas en un país ya polarizado. La medida se suma a otras acciones controvertidas en la capital, como la presión para desalojar campamentos de personas sin hogar y la revisión de los museos Smithsonian.