El despliegue incluye el Grupo Anfibio Iwo Jima, los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, y cerca de 4.500 efectivos. Esta demostración de fuerza se complementa con una ofensiva judicial y económica: Washington aumentó la recompensa por la captura de Maduro a 50 millones de dólares y lo acusa de encabezar el “Cartel de los Soles”, designado como organización terrorista. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, afirmó que Trump está preparado para “usar todos los elementos del poder estadounidense” y calificó a Maduro como un “líder fugitivo de este cartel”. La medida ha generado una fuerte reacción en la región. El régimen venezolano respondió ordenando la movilización de 4,5 millones de milicianos y calificando la acción como una “amenaza estrafalaria”. Países como China, México y Cuba han rechazado el despliegue por considerarlo una amenaza a la paz regional, mientras que Trinidad y Tobago ha expresado su respaldo a la iniciativa estadounidense para combatir los carteles. Analistas debaten si la operación es un preludio a una intervención militar, una táctica de disuasión o simplemente una campaña antinarcóticos, pero coinciden en que eleva la tensión geopolítica en el hemisferio a niveles no vistos en décadas.