Sus esfuerzos incluyen reuniones directas con el presidente ruso Vladímir Putin y con el mandatario ucraniano Volodímir Zelenski, generando tanto expectativas de paz como escepticismo entre los aliados europeos. La iniciativa diplomática comenzó con una cumbre calificada como “histórica” entre Trump y Putin en Anchorage, Alaska, el 15 de agosto.
Aunque no se alcanzó un acuerdo definitivo, ambos líderes reportaron “progresos” y sentaron las bases para futuras negociaciones.
Días después, el 18 de agosto, Trump recibió a Zelenski en la Casa Blanca, en un encuentro al que se sumaron líderes clave de Europa, incluyendo los de Francia, Alemania, Reino Unido, la presidenta de la Comisión Europea y el secretario general de la OTAN. Trump ha presionado a Ucrania para que acepte concesiones significativas, como renunciar a la recuperación de Crimea y a su aspiración de unirse a la OTAN, condiciones que Moscú considera indispensables. A cambio, ha prometido garantías de seguridad para Ucrania, aunque aclaró que estas no implicarían “botas estadounidenses en el terreno”, sugiriendo que la responsabilidad recaería en las naciones europeas. Tras las reuniones, Trump afirmó que ha comenzado a organizar una posible cumbre trilateral con Putin y Zelenski, y se mostró optimista: “En una o dos semanas sabremos si vamos a resolver esto”.
Por su parte, Zelenski calificó la reunión en Washington como un “paso significativo hacia el fin de la guerra”, pero líderes como el presidente francés Emmanuel Macron se han mostrado escépticos, calificando a Putin de “depredador” en quien no se puede confiar.












