La cumbre, de alto riesgo, buscaba sentar las bases para una negociación de paz, pero dejó más preguntas que certezas sobre el futuro del conflicto. La reunión, celebrada el 15 de agosto en la base militar Joint Base Elmendorf-Richardson, fue el primer cara a cara entre ambos líderes desde el regreso de Trump a la presidencia.
Pese a no alcanzar un pacto, ambos mandatarios destacaron avances.
Trump afirmó que tuvieron una "reunión sumamente productiva" y que, aunque no se logró un acuerdo final, "tenemos muchas posibilidades de lograrlo".
Por su parte, Putin describió el ambiente como "respetuoso, constructivo y de mutuo respeto", y aseguró que para lograr una paz duradera "necesitamos eliminar todas las raíces, las causas principales de ese conflicto". La cumbre fue vista por algunos analistas como una victoria diplomática para Putin, quien rompió su aislamiento internacional sin ofrecer concesiones públicas.
La elección de Alaska como sede fue estratégica, al ser territorio estadounidense con proximidad a Rusia y con una historia compartida, ya que perteneció al Imperio ruso hasta 1867. El encuentro concluyó con la promesa de una futura reunión en Moscú, aunque no se fijó una fecha. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, no fue invitado a esta primera fase de conversaciones, lo que generó preocupación en Kiev y en las capitales europeas sobre la posibilidad de que se negocie un acuerdo a espaldas de Ucrania.